In Barbastro, Foro B21, General, Somontano

EL BUEN RUIDO

«Una reflexión sobre la importancia de la música en la vida, en la creación de espacios culturales diferentes y como medio para desempolvar el patrimonio olvidado».
Por Natalia Díaz Murillo y Juan Redondo Conte, miembros del Foro B21

Recientemente en La Hora Musa, el programa musical de La 2 que devolvió las actuaciones en directo a la televisión nacional, la presentadora Maika Makowsky preguntaba a dos de los componentes del emblemático grupo de hard rock The Hellacopters qué tenía su país, Suecia para ser un semillero de exitosos grupos y artistas musicales de todos los estilos; cómo un país con tan poca población era capaz de ser el tercero del mundo en aporte de talento musical. La respuesta de los dos integrantes fue rápida, lo tenían claro: “en Suecia hay muchas salas de ensayo”. Adujeron además que “desde el gobierno se apoya a los músicos jóvenes” y por último apuntaron el detalle de que “en Suecia ningún adulto se sorprende cuando un niño dice que de mayor quiere ser guitarrista de rock”. La idea de querer ser músico se considera tan normal como la de querer dedicarse a cualquier otra profesión.

Huelga enumerar la cantidad de beneficios que el estudio y la práctica de la música aportan a los seres humanos tanto a nivel psicosomático como social: mejora la inteligencia, se desarrolla la creatividad, la destreza, la memoria auditiva, la concentración, el respeto, el compromiso, la constancia, produce bienestar y autoestima y todo ello endulzado con una alta dosis de diversión.

La música es un arte que nos entra hasta lo más hondo, nos emociona, capaz de ejercer un efecto catártico y terapéutico sobre nosotros. Potencia las relaciones humanas.
Es aglutinadora de otras artes, crea lazos con el baile, la poesía, la literatura, la pintura, la escenografía, la fotografía, el vídeo, el teatro, el cine, la moda, el diseño…
Seguramente es el medio más ameno para generar en la juventud inquietud por descubrir y conocer otras disciplinas artísticas, en definitiva: crea y desarrolla cultura.

De una sociedad con cultura activa afloran  jóvenes más pacíficos, abiertos, respetuosos, tolerantes, cultos y con espíritu crítico, un sinfín de virtudes sociales que a buen seguro todos querríamos “respirar” en el lugar en el que vivimos.

Adentrarse  en un espacio habilitado con salas de ensayo es como pasar a otra dimensión, una experiencia que todos los amantes del arte deberían experimentar: muros tapizados de arte urbano, alusiones a artistas legendarios; un simple corcho en la pared del hall es el foro que permite el intercambio de mensajes, ideas y experiencias; una chincheta y un papel son el medio de comunicación cuando se necesitan unos a otros.
Al cruzar el umbral se mezclan en nuestros oídos una respetuosa amalgama de sonidos sutiles, amortiguados, procedentes de aquí y de allá que se enlazan en un dulce caos sonoro. Poco a poco, a medida que nos vamos adentrando el caos va dando paso a un orden musical que se puede escuchar detrás de cada puerta, cada habitación es un microcosmos: aquí soul, allí rock, allá metal… astros de juventud alineados, concentrados, creando armonías que emanan de forma automática de sus manos y de sus bocas y que se entremezclan sin resistencia, como haría el viento, alumbrando arte en un acto de total generosidad y respeto: como un acto de amor.
Se respira magia y buen rollo, como si la insonorización nos aislara también de los problemas cotidianos, en una sensación de ingravidez.

Para crear música, sobre todo moderna,  hay que hacer ruido, buen ruido -Como diría Kase-O- y el nivel de tolerancia que los ciudadanos tenemos ante el mismo cuando estamos dentro de nuestras casas es bastante bajo.
Un adolescente entusiasmado por tocar la guitarra eléctrica y tener un grupo ¿Qué puede hacer en una ciudad como Barbastro si quiere desarrollar su pasión? Es complicado por no decir casi imposible; primero tiene que poseer el instrumento, si se trata de una guitarra quizá sea más o menos sencillo pero si se trata de una batería la cosa, sea por el precio, el tamaño o la movilidad, se complica. Tiene que tener acceso a un local o alquilarlo, ubicado en zona alejada o insonorizarlo; tiene que tener acceso a luz eléctrica y reunir, si se puede, unas condiciones mínimas de salubridad. Esto para la mayoría de adolescentes no es fácil de obtener.

¿Por qué Barbastro no se anima a crear un espacio musical con salas de ensayo y un escenario de conciertos a disposición de sus músicos, con un especial enfoque hacia la juventud? ¿Por qué no recuperar del olvido un lugar como el Teatro Principal, ubicado en el puro centro, en una calle emblemática para la cultura local y convertirlo en un hervidero de creatividad en el que se cocinen los talentos de nuestros jóvenes? Que fuera un lugar de acogida, donde se hiciera visible la obra de los músicos de Barbastro, porque existen, están ahí, haciendo cosas bonitas y su inquietud artística necesita un lugar en el que poder desarrollar una obra que de algún modo podríamos considerar patrimonio de la ciudad.

Desde allí se podrían organizar festivales de música autóctona como el pasado Juventud Sónica organizado por la Casa de la Juventud con la colaboración del Ayuntamiento de Barbastro y gracias al esfuerzo de gente apasionada, en el que se puso de manifiesto la calidad musical de los jóvenes músicos de nuestra ciudad. Y podría ser plataforma de intercambio y proyección de otras disciplinas artísticas y eventos culturales. Un lugar del que definitivamente se beneficiarían todos los ciudadanos.

La existencia de espacios musicales de estas características en ciudades pequeñas dice mucho de las personas que las habitan, una ciudad musical es una ciudad saludable, yo sueño con poder vivir algún día en un lugar así. ¿Hacemos el esfuerzo?

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