In Aragón, Somontano
A PROPÓSITO DE LOS FONDOS DE RECUPERACIÓN UE Y DESPOBLACIÓN: INOCENTE, INOCENTE
Por Jorge Latre, miembro del Foro B21
Comencé a escribir éstas líneas cuando apenas restaban unas horas para terminar el lunes 28, día de los Santos Inocentes. El mismo día en el que desde el Mº de Hacienda se informó a las CCAA del reparto de los 10.000 millones del Fondo REACT EU destinado a fortalecer el Estado del bienestar y reactivar la economía tras el impacto del COVID-19. Y todo ello sobre tres pilares: Transición ecológica, Digitalización y Reindustrialización, siendo finales de abril la fecha límite para la remisión de los planes nacionales por parte de los Estados (más información en https://www.aragon.es/-/next-generation-eu).
Así, un total de 267 millones de euros llegarían a Aragón. Exactamente un 2,67% del total. Una cifra que, aunque ligeramente por debajo, casualmente se aproxima y bastante al peso demográfico en el conjunto del país (2,79% al cierre de 2019), todo y que el factor población no parece que haya sido, según se señala, uno de los criterios a considerar en el reparto. Y más aún si se obvian otros igual o más de relevantes, como el hecho de que nuestra comunidad cuente con la cuarta densidad de población más baja de todo el país; tan solo 28 personas viven de medía por kilómetro cuadrado, con lo que ello significa.
Sin población no hay futuro. Sin desgranar las causas que motivaron las mismas, podemos decir que nuestro querido Altoragón ha perdido durante el pasado S XX, en términos netos, 50 miles de habitantes (un 20% de la población) mientras que Aragón ha ganado en el mismo período casi 280 miles de habitantes (aproximadamente un 30%) y España duplicó su población. Y que, en lo que llevamos de siglo XXI (y llevamos ya una quinta parte), sigue quedándose atrás, creciendo demográficamente muy por debajo de lo que lo hace nuestro país. Con la diferencia de que ahora Aragón sigue y hace propia esa misma tendencia. Entre un 40 y un 60%, respectivamente. Si a ello añadimos las proyecciones que aparentemente se manejan, el panorama cuando menos deberíamos calificarlo de sombrío. Huesca y su provincia podría convertirse, como el resto de territorios de la España interior (vaciada, despoblada), un granero que suministre mano de obra cualificada (en su gran medida) a las grandes urbes y zonas económicas del país; fundamentalmente; Madrid, País Vasco y litoral Mediterráneo. Baste recordar, a modo de enésimo agravio comparativo como, a principios del siglo XX, la provincia de Guipúzcoa tenía una población de algo menos de 200.000 habitantes, mientras que Teruel contaba con más de 250.000 almas. Hoy la citada provincia vasca cuenta con una población de más de 720.000 habitantes, mientras que Teruel apenas alcanza los 135.000. La Europa de las ciudades, concepto que en mi opinión acabará erosionando notablemente a las administraciones de mayor envergadura política y económica, todas ellas de vital importancia para nuestro entorno, tampoco ayudará al progreso social y económico de nuestra tierra (a expensas de Zaragoza ciudad, solo la ciudad de Huesca supera en todo el territorio aragonés los 50.000 habitantes, cifra ínfima).
Y francamente creo que el momento de inflexión es ahora. Es más; quizás ahora o nunca, si atendemos a esa nueva revolución económica que la pandemia del Covid-19 va a generar. Huesca y su provincia, y por extensión Aragón, ya se vieron privadas de esa gran revolución industrial de principios del Siglo XX que experimentó nuestro país (ya lo cantó nuestro querido poeta y profesor al decir que “… hay tierras al este donde se trabaja y paga”). Y sus efectos los estamos viendo casi cien años después. Un segundo golpe de características similares podría ser la puntilla para nuestro territorio y sus gentes, que no puede convertirse en un mero territorio “simpático”, utilizado al antojo de intereses ajenos a sus gentes (baste recordar ejemplos como el uso de las cuevas de Chaves en Guara…). Todo ello sin duda debe ser revertido, sin excusas, sin demora.
En un entorno de globalización y de movilidad del talento, sólo si somos capaces de atraer esa inversión necesaria y suficiente que permita generar oportunidades y empleo de calidad conseguiremos retener a nuestros hijos y nietos y posibilitar que vuelvan no solamente aquellos que marcharon, sino aquellos otros que puedan identificar a nuestro territorio y a sus gentes como el lugar idóneo en el que desarrollar su proyecto vital. Los nietos actuales de aquellos que marcharon durante el siglo XX son el último eslabón entre los que se fueron, y son, y los que podrían volver, y seguirán siendo, de la mano inseparable de las gentes que habitan nuestro territorio.
Y para ello debemos ser también capaces de poner en valor e incrementar (no debemos conformarnos con mantener) nuestros activos más preciados; capacidad, tesón, también infraestructuras y localización, una marca muy potente, y muchas otras. Dotarnos a su vez de una potente oferta educativa y cultural, comprometida e innovadora, así como de unos servicios sanitarios y sociales de calidad contribuirán a generar el ecosistema necesario e indispensable que permita no solo la supervivencia del territorio, sino su progreso. Un entorno geográfico que nos ofrece posibilidades nos tiene que obligar a aprovecharlas.
Soy de la opinión de que debemos exigir qué desde nuestras administraciones locales, más aún provinciales y autonómicas, se defiendan los intereses de sus gentes. No debo, ni quiero, ni puedo dudar ni de su capacidad ni de su compromiso. Y para ello si o si debe involucrarse y ser protagonista el tejido social y empresarial aragonés; necesitamos de esas grandes empresas aragonesas para que sean ellas las que, desde su conocimiento, capacidades y compromiso con el territorio, tomen la iniciativa y contribuyan con su buen hacer a que ese reto demográfico y social se pueda cumplir. Desde ese compromiso y desde esa apuesta, las Administraciones públicas deberán hacerlo factible e implementar las medidas (de todo tipo; fiscales, en el ámbito de las cotizaciones sociales, de infraestructuras y servicios, etc.) que lo posibiliten. No reclamamos nada que no nos pertenezca y nada que, en otro tiempo, pasado y también presente, otros territorios incluso más favorecidos (geográfica y demográficamente) hayan podido disfrutar.
Ni santos ni inocentes que titulaba el escritor. Estamos a tiempo.
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