ABANDERANDO QUE ES GERUNDIO
Por Jorge Latre Galicia
Si Gurb, el legendario personaje de Eduardo Mendoza, decidiera visitar Barbastro tendría muchos números de hacerlo en autocar. Y es que, ante la posibilidad descartada de aterrizar su nave espacial en nuestro aeródromo, la ausencia de un puerto o estación de tren (la vía verde no la cito al estar todavía en garantía el puente-pasarela sobre la N-240), haría que a todas luces fuera ésta una de las posibilidades más factibles.
Y esperando bajar en nuestra vetusta pero con encanto Estación de Autobuses (hasta chic para según quien… para gustos colores en estos días que nos ha tocado por suerte vivir), a la que pensaba acceder tras rememorar una serie de magníficos edificios y torres de reminiscencias racionalistas y hasta modernistas de los que le habían hablado y sobre los que la acción urgente y prioritaria ya había sido advertida largo tiempo atrás (los ejemplos que quedan son meramente testimoniales), quedaría a buen seguro deslumbrado por el gran estandarte reciente instalado al inicio de la Avenida Ejército Español.
Todavía con los ojos rasgados, con toda probabilidad tendría que aplacar la incertidumbre suscitada al creer que, fruto de las prisas, había errado de línea y por consiguiente de destino, de modo que el otrora cuestionado y adulado por igual monumento al vino, hasta entonces puerta de nuestra ciudad y antesala de la primera ojeada de nuestra preciosa Catedral, quedaba relegado ante la magnificencia de nuestra enseña nacional. Desazón a la que, por suerte, “Siri” pudo poner fin. Pero lo mejor estaba por venir… aunque se admiten apuestas.
Y es que, en un alarde de previsión y de empatía con todos aquellos que pudieran tener alguna dificultad con la lengua de Cervantes nuestra querida Plaza Aragón, conocida también por todos nuestros conciudadanos como los “Jardinetes” y recuerdo imborrable de todas aquellas generaciones que utilizamos su pista interior a modo de terreno de juego en los inicios de los 80’s, ha querido que todos aquellos que la visiten/ cuando menos ojeen tengan a bien conocer y recordar su nombre. Y qué mejor que instalando, en un ejercicio proactivo, a su vez de gran sentido estético, oportunidad espacial y de confianza absoluta en las capacidades psicomotrices de todas aquellas criaturas que lo frecuentan, un gran cubo de hormigón de estilo brutalista y proporciones poco menos que bíblicas (soporte del correspondiente mástil), absolutamente aristado y muy rugoso, deseoso de inaugurar las rodillas o las frentes por igual de todos aquellos que utilizan el citado espacio público de día, cuando cae la tarde o incluso al alba (que también).
Con vocación de permanencia y con el ánimo de “… dignificarla todavía más …” según se aseguraba en el momento de honrar aquel ya lejano día de nuestro querido Aragón, parece evidente que el resultado se ha conseguido (¿o no?). Al menos así me lo aseveraba mi querido Gurb cuando tuvimos oportunidad de charlar y departir en torno a un café y, con gran vehemencia, me hablaba a su vez de la originalidad, de lo novedoso, necesario y oportuno de la medida; de su enorme sentido estético, actuación ésta quizás y solo quizás si me lo permiten que nos pudiera evocar el aroma que destilan plazas y rotondas de localidades en territorios vecinos. En definitiva; de la hermosa e imborrable estampa que ante sus ojos se mostraba apoyado desde la barandilla de su acceso principal, solo superable y cuyo cénit por desgracia no pudo alcanzar cuando imaginó ese magnífico SUV eléctrico de nueve plazas cargando su ecológica batería de litio durante más de cuatro horas en uno de sus accesos, completando la bucólica postal a escasos metros de la escalinata que da acceso al interior de nuestra Catedral de Santa María de la Asunción.
PD: Gurb tuvo la fortuna de visitarnos un fin de semana de condiciones climatológicas contrapuestas, permitiendo de este modo no desvirtuar su recuerdo.