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BARBASTRO, UNA SOCIEDAD ENVEJECIDA
Por Eduardo Pérez Barrau, miembro del Foro B21

(Publicado en El Cruzado Aragonés el 7 de Febrero de 2.020)

Los datos que periódicamente publica el Instituto Nacional de Estadística son una fuente de primer orden para conocer el estado y la evolución de la demografía local. Estás cifras han alcanzado un inusitado interés desde que temas como la despoblación o la natalidad han bajado a la arena del debate político nacional. Detrás de los datos y series «en bruto», que dan cuenta de la situación del contingente poblacional de una localidad y de sus características por grupos edad u origen, existen otras aproximaciones de igual importancia que nos permiten bucear en la realidad social y económica de nuestra ciudad.

1. Una demografía estancada. En la última década Barbastro ha mantenido su población prácticamente invariable. Las cifras muestran una tendencia que, si bien coloca a nuestra ciudad en una posición favorable entre las localidades de la España interior, nos sitúa en el furgón de cola las zonas más dinámicas del país. Un hecho del que no podemos sentirnos orgullosos y que nos plantea ciertos interrogantes.

El primer interrogante responde a una paradoja. Por qué la bonanza económica de estos últimos años no se refleja en un incremento de la población de la ciudad. La respuesta la encontramos en la movilidad laboral. Muchos puestos de trabajo creados en Barbastro no están ocupados por residentes en la localidad. Por variadas razones, de carácter privado o por el atractivo de la ciudad, estos trabajadores acabada su jornada laboral regresan a sus hogares lejos de aquí. A veces, y no son pocos casos, otros trabajadores residiendo en Barbastro mantienen su vecindad de origen en su pueblo por razones afectivas. Ambas situaciones, no cuantificables, están detrás de la pobre evolución demográfica de la ciudad.

El segundo interrogante es más bien una certeza. Corresponde al impacto brutal del descenso de la natalidad en nuestra ciudad. Esta disminución ronda el 45% desde máximos de la década de los setenta. Es decir, hoy en día nacen cerca de la mitad de niños y niñas que hace cuarenta años. Este cambio en la pirámide de población va a producir enormes efectos sociales y económicos a medio y largo plazo. Porque una ciudad que no crece demográficamente no se renueva. Solamente el incremento del censo impulsa la creación de nuevos servicios y negocios para cubrir las necesidades de los nuevos residentes. Así ha ocurrido en las grandes capitales, en las zonas costeras mediterráneas o, sin ir tan lejos, en las localidades próximas de Zaragoza. Desde un enfoque económico no es lo mismo construir guarderías que residencias para ancianos. Aunque estas últimas sean un buen negocio.

El último interrogante tiene forma de desafío. La intensidad y la gestión del proceso migratorio marcará el devenir social durante las próximas décadas. En un sentido negativo, si continúa el goteo de jóvenes que, en busca de mejores oportunidades profesionales, abandonan Barbastro. En un sentido positivo, si personas del resto de España o del extranjero encuentran en nuestra ciudad los empleos y la calidad de vida que no encuentran en sus lugares de origen. Será el arraigo, en última instancia, lo que determinará el efecto de este proceso migratorio en la demografía de la ciudad.

2. Una sociedad conservadora. Este apartado nada tiene que ver con las preferencias políticas de los habitantes de nuestra ciudad. Con este título quiero hacer referencia al comportamiento económico de la población cuando va adquiriendo cierto edad. Generalmente esta conducta va asociada a una mayor propensión al ahorro, a una menor disposición a la inversión y a un vivir «al día» de la mano de una pensión pública.

La consecuencia de padecer una demografía estacionaria es que la edad media de los residentes en Barbastro ha escalado hasta los 45 años, por encima de media del país. Un umbral que muestra un envejecimiento acusado de la población. Un dato que, progresivamente, nos va alejando del equilibrio que debe existir entre las generaciones activas y generadoras de rentas y las generaciones pasivas y, por tanto, receptoras de recursos.

Un menor contingente de población joven significa un horizonte demográfico y económico más reducido para nuestra ciudad. Menos población joven, menor creación de hogares, menos inversión inmobiliaria, menor gasto familiar…Esta secuencia ocurre en todos los mercados económicos. Lo mismo ocurre con las generaciones de más edad. La entrada en la jubilación suele reducir la capacidad adquisitiva. La pensión representa una proporción menor de renta de la que se obtenía, a través del trabajo, en la época activa de la vida. Esta disminución de la renta disponible reduce, de forma directa, el consumo de los pensionistas y, por tanto, el gasto conjunto que se realiza en la ciudad. Otra consecuencia económica del envejecimiento, esta de forma indirecta, proveniene de la presión que experimentan las rentas del capital, en especial las de origen inmobiliario, y que provoca que sus precios se alejen de lo «razonable».

Parece lógico pensar que si cada vez hay más gente viviendo de una pensión y gestionando sus rentas habrá menos población ganando un sueldo y creando un patrimonio. Esta relación inversa va a constituir un desafío para la sostenibilidad de las cuentas públicas y será una pesada losa para la generaciones más jóvenes.

Por último, una sociedad envejecida es menos emprendedora. Asume menos riesgos. Es más conservadora. Cuando se alcanza cierta edad las transmisiones de propiedad, las herencias o el relevo generacional en las empresas pasan a ser el centro de gravedad de la actividad económica para muchas personas. Los efectos para la economía de las familias y para la ciudad no son neutros. Unas veces son las demoras en los litigios; otras, los recursos que se destinan para resolverlos. En el peor de los casos, la consecuencia más visible de estos procesos es la inmovilización de un patrimonio familiar que, a resultas, acaba fuera del mercado y siendo una carga económica para sus dueños.

Como hemos visto, un análisis más allá de las estadísticas proporciona una información valiosa sobre la situación de nuestra ciudad. La realidad demográfica que se vislumbra, estacionaria en el presente, regresiva en un futuro, sólo podrá mejorar en contexto de fuerte impulso económico de nuestra ciudad y sobre la base de la naturalización de nuevos residentes del resto de España y del extranjero.

 

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