In Barbastro, Foro B21, General

LA UTILIDAD DE LAS CAMPAÑAS DE COMERCIO EN BARBASTRO
Por Eduardo Pérez Barrau, miembro del Foro B21

Cualquier intento de dinamizar el comercio local que ignore la realidad del sector y el marco económico de nuestra ciudad está condenado al fracaso. Nuestro comercio no vive al margen de las nuevas tendencias en el consumo que se están imponiendo en el resto del país. Por lo que negar estos profundos cambios, o no adaptarse a estas circunstancias, sólo puede acarrear el progresivo cierre de más negocios y, por generalización, la decadencia de todo el sector.

Hay que partir del hecho que ningún esfuerzo en promoción ha conseguido revertir la erosión que sufre la rentabilidad del comercio local. Las acciones dinamizadoras puntuales que periódicamente se llevan acabo sólo se obtienen resultados puntuales. La proliferación de locales comerciales sin actividad es un triste recordatorio de esta realidad. Una inercia que, hay que recordar, solo unos cuantos comercios y servicios con dinámicas propias y desempeños excelentes han logrado capear.

Ante esta situación tratar de mitigar las consecuencias de la pérdida de atractivo comercial de la ciudad a través de sucesivas campaña de dinamización es un error. Son medidas paliativas. Lo lógico y lo razonable, en aras a la efectividad, es actuar sobre las causas subyacentes que afectan al sector mediante un política comercial más ambiciosa.

Estas causas se pueden englobar en dos categorías: la primera es común en todas las latitudes y tiene que ver con los fundamentos económicos que sostienen la actividad comercial. Entre estos y, principalmente, la renta disponible de los individuos y las familias. Los salarios reducidos conllevan gastos reducidos en adquisición de bienes y servicios. Así de simple.

En esta categoría la mejor política comercial sería aquella que pusiera el foco en reducir los desequilibrios económicos que arrastra la ciudad. Unos desequilibrios que restan renta disponible a sus habitantes y, por tanto, capacidad de gasto. Entre estos quebrantos y, principalmente, los precios del inmobiliario. Todo ello enmarcado en una política dinamización empresarial y de captación de inversiones cuyo objetivo sea aumentar la actividad económica en la ciudad. En especial, en aquellas aspectos fundamentales para el comercio como el empleo y su nivel salarial.

La segunda categoría tiene que ver con los esfuerzos en situar Barbastro como destino de compras. Incluyendo en este apartado la calidad de la oferta comercial, la experiencia de compra y el atractivo de nuestra ciudad. Conviene no hacerse trampas en el solitario. La imagen de marca que ha conseguido consolidar Guara como destino de naturaleza, o el Somontano como destino en el enoturismo, no ha llegado a materializarse en Barbastro en el ámbito de las compras.

Apelar a la tradición comercial no es suficiente motivo, máxime cuando esas miradas a un pasado esplendoroso dejan paso, en la actualidad, a una sucesión de locales vacíos y sucios, a una falta de respeto por los elementos urbanos y al goteo de cicatrices urbanísticas. Sacar cabeza en comparaciones odiosas con las ciudades vecinas tampoco lleva a ninguna parte.

La mejor política comercial que puede realizar nuestra ciudad en esta categoría es corregir todo lo anterior. Recomponer la ciudad de su letargo y de su abandono. Restablecer el continente para que florezca el contenido. Así de sencillo. Y esta reconstrucción urbanística, económica y comercial, como no puede ser de otra manera, debe ser responsabilidad de la política municipal.

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