LA VIVIENDA EN BARBASTRO POR LAS NUBES
Por Eduardo Pérez Barrau. Foro B21
Nunca había sido tan difícil el acceso a la vivienda como lo es hoy en día. Hay que remontarse varias décadas para encontrar una situación del mercado inmobiliario tan compleja y alejada de las necesidades de particulares y familias. En resumen, no hay suficientes viviendas disponibles para todos los hogares que se forman.
La actual crisis de la vivienda afecta principalmente a aquellos que buscan un piso para vivir. Los arrendatarios no encuentran alquileres acordes a sus finanzas, y los potenciales compradores no disponen de una oferta residencial que se ajuste a sus gustos y presupuesto.
La presión en los precios es tan elevada que su impacto en la factura social ya no distingue a nacionales de extranjeros, y a parejas jóvenes de nuevos trabajadores. Todos los segmentos de la población, con la salvedad obvia de aquellos que tienen una residencia fija, están padeciendo esta inflación desorbitada del inmobiliario.
Barbastro, al igual que el resto de la comarca, no es ajena a esta situación. En los últimos años, la construcción de viviendas ha sido muy escasa, especialmente en cuanto a edificios colectivos, lo que ha limitado significativamente la oferta de obra nueva. De hecho, salvo error en la identificación de las grúas que se utilizan en la construcción, solo hay un bloque de pisos en ejecución en toda la ciudad. Además, no hay vivienda pública disponible, tras muchos años sin desarrollos en este sector.
El problema de la vivienda no se va a resolver a corto plazo y, por tanto, los efectos negativos de esta situación se van a agravar. Ya se ha vuelto habitual -y se ha normalizado social y políticamente- el alquiler de habitaciones “con derecho a espacios comunes”. Si no alcanza el dinero, pues a compartir piso. Esta forma de convivencia forzada es la fórmula de acceso a una vivienda de una gran mayoría de la población flotante que está en Barbastro por motivos laborales y de numerosos inmigrantes que recalan en nuestra ciudad, incluido familias enteras.
Cualquier solución que se ponga encima de la mesa, por muy necesaria y deseable que sea, llega tarde. Construir una cantidad suficiente de viviendas no se hace de la noche a la mañana. No existe una cadena de producción de casas, a escala industrial, que luego se puedan instalar aquí y allá. Cumplir con todos los requerimientos técnicos, administrativos, financieros y constructivos hace que el proceso de edificación sea bastante largo.
Si los alquileres están por las nubes, los precios de compraventa de vivienda desafían toda lógica. Es cierto que la construcción se ha encarecido. La falta de mano de obra, el crédito y los tipos de interés, la inflación en los materiales y las nuevas especificaciones técnicas han incrementado el precio final del metro cuadrado. Pero el mercado local, no se puede negar, opera de una forma extraña cuando el valor de la vivienda se encuentra al mismo nivel que el de muchas capitales de nuestro entorno pero los salarios, los que reciben los residentes barbastrenses, son sensiblemente inferiores que los ofrecidos en esos entornos urbanos.
El problema radica en que no se incorporan nuevas viviendas al mercado local y el stock de pisos de segunda mano en buen estado es mínimo.
Las razones detrás del escaso desarrollo del sector de la construcción en la ciudad y la falta de inversiones inmobiliarias de constructoras externas, a pesar del auge económico y el aumento en la formación de hogares, escapan al análisis económico. Es otro misterio “made in Barbastro” que aún está por resolver.