In Barbastro
LO QUE HAY DETRÁS DE ESTA IMAGEN
Eduardo Pérez Barrau
La imagen que acompaña a este texto no es una denuncia, aunque bien podría serlo. Muestra el deplorable estado de un par de contenedores de nuestra ciudad. Están soterrados por lo que sólo exhiben su destartalada parte visible. Podría pensarse que esta fotografía está tomada en una zona degradada o en un espacio abandonado de la ciudad pero es justo lo contrario. Es una imagen reciente de la calle Corona de Aragón. Para aquellos de fuera que nos leen y no están familiarizados con el callejero de Barbastro, el vial más transitado y comercial de toda la ciudad.
Que este iceberg de inmundicia lleve meses, incluso años, entre nosotros ya no asombra a casi nadie. Tampoco sorprende que, a determinadas horas del día, estos contenedores estén sepultados por “toneladas” de cartones a modo de altar dedicado al reciclaje. Lo peor de todo, y lo que está en el centro del mal que aqueja a nuestra sociedad, es que ninguna institución política, asociación vecinal o ciudadano comprometido va a hacer nada para poner remedio a este agujero negro. Los habitantes de Barbastro seguirán paseando por la acera donde se encuentran estos contenedores sorteando las manchas de suciedad del suelo y el hedor que se cuece en el interior ¡Qué más da!
Podemos pensar que es un caso aislado, que son simplemente un par de depósitos herrumbrosos, una situación puntual. Nos engañaríamos. Detrás de esta pésima imagen, -que se reproduce en otros tantos sitios del centro de la ciudad-, hay una cadena de responsabilidades que ha saltado en pedazos. Una modalidad de pasotismo, bien instalado en las administraciones públicas, del que no podemos esperar nada bueno. En este caso concreto, la sucesión irresponsabilidades que nos llevan a la deplorable imagen que ilustra este artículo empieza con el fallo estrepitoso de los técnicos del área de servicios del ayuntamiento por no sustituir estos contenedores por otros nuevos. Su falta de autonomía en este asunto hiere su profesionalidad y nos perjudica a todos. Por supuesto, acompañan a los empleados públicos en responsabilidad los representantes políticos que han fallado en su compromiso -ordenanza en mano- de una ciudad más aseada y digna. Fallan, también, los encargados de otras áreas municipales, pienso en el turismo, por engañar al visitante con el pésimo estado de conservación del mobiliario urbano en el centro histórico. Sorprendentemente, falla un colectivo de los más interesados en el cuidado de la ciudad, los comerciantes, que parecen ignorar que su escaparate empieza en la misma calle donde se sitúan sus negocios. Y por último, fallamos todos porque cuando pasamos al lado de esos contenedores musitamos algo parecido a una desaprobación, y al poco miramos hacia otra parte como si aquello no fuera con nosotros.
Hay un valor político fundamental en la limpieza del espacio público: el de hacernos mejores ciudadanos en relación con los demás, con la ciudad y con el entorno natural. Sobre esto, en el ayuntamiento de Barbastro todavía no se han enterado.
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