“PLANTAR” DOSMIL EMPLEOS
Por Eduardo Pérez Barrau. Foro B21
Las empresas y los trabajadores desarrollan su actividad productiva en un entorno marcado por la incertidumbre. Los vaivenes del mercado, la competencia —tanto nacional como extranjera—, los cambios en las preferencias de los consumidores y numerosos factores adicionales convierten a la economía en un organismo en constante transformación.
Con el tiempo, el tejido empresarial de un territorio puede crecer, mantenerse o desaparecer, y su evolución tiene el poder de impulsar a las ciudades hacia el progreso o condenar a generaciones enteras a la decadencia. En última instancia, el destino de la economía de una ciudad depende de sus habitantes y de las decisiones que tomen sus líderes políticos.
En nuestro pasado más reciente, las crisis económicas y financieras han provocado la desaparición de miles de empleos y de cientos de empresas. Solamente en estos últimos 30 años, hemos padecido una crisis monetaria en el 93, la burbuja de las puntocom a las puertas del nuevo milenio, la larga crisis inmobiliaria del 2008, y recientemente, la recesión provocada por la pandemia en el 2020. Todas estas crisis han dejado una huella duradera en la sociedad, cobrándose un alto precio en pobreza y exclusión social, en quiebras empresariales y en desafección con el sistema político.
Lo cierto es que no tiene que estallar una crisis mundial para que las empresas se vean envueltas en dificultades. La propia imprevisibilidad del ambiente económico ya es un reto en sí mismo. Normalmente, los problemas de una empresa vienen motivados por errores en la estrategia comercial o en la gestión interna de la firma. En esos casos, la propiedad suele liquidarse o traspasarse a otra sociedad. Este desenlace ha sido muy habitual entre las empresas “históricas” de Barbastro, vendidas a otros inversores para hacer caja.
En épocas de expansión económica, las expectativas positivas de los inversores y de los consumidores reviven ciertas actividades, tomando el relevo en el desarrollo local y en la creación de empleo. El último periodo de optimismo en la ciudad sucedió durante el “boom” del sector del vino hace unos 25 años, una industria que poco después también sufrió su particular crisis y pasó por una importante corrección.
Barbastro ocupa alrededor de 8.000 trabajadores entre el sector privado y el público de la ciudad. De este contingente, entre un 15% y un 20% de los empleos corre el riesgo de desaparecer. Estos trabajos van a verse afectados por los cambios tecnológicos, por la inteligencia artificial, la robotización, las deslocalizaciones, y por un largo etcétera de amenazas. Esta reconversión en el empleo va a estar liderada por las propias empresas pero el papel de la política, en todos los niveles de la administración, va a ser fundamental.
Pensar que todo seguirá igual, o incluso que irá a mejor, es un brindis al sol que demuestra un profundo desconocimiento de la historia y de los mecanismos que aceleran los cambios económicos. En ninguna circunstancia y bajo ningún supuesto se puede asegurar la permanencia del tejido productivo en el futuro. Es imposible de prever su continuidad tanto en el caso de una pequeña PYME como en el caso de una multinacional, ni siquiera en los negocios de capital local ni obviamente en los que están en manos de inversores de fuera. De hecho, y este es un rasgo específico de Barbastro, las empresas “de fuera” que se han instalado en la ciudad han demostrado más confianza en las capacidades de este territorio que el propio tejido empresarial de origen local.
Si a los desafíos que enfrenta una pequeña economía como la de Barbastro sumamos las dificultades para competir en la atracción de talento y en inversiones empresariales con las grandes ciudades, resulta, cuando menos, incomprensible la escasa atención que la política municipal dedica a estimular el desarrollo de la ciudad. Es un comportamiento político insólito que el gobierno local ignore su responsabilidad a la hora de atraer inversiones empresariales a la ciudad.
El estatus de una ciudad se sustenta en gran medida en la fortaleza de su economía. El dinamismo económico favorece las oportunidades laborales, atrae empresas innovadoras, mejora los salarios y facilita la puesta en marcha de políticas públicas avanzadas, las cuales no se podrían financiar sin los ingresos y tributos que genera una economía en expansión.
Debemos estar preparados para la revolución tecnológica que viene y para la crisis económica que está por venir. Crear empleo es, probablemente, la mejor respuesta que puede ofrecer un ayuntamiento ante estos desafíos y el camino más sólido para construir el futuro de la ciudad.