SUBVENCIONES Y FAVORES
Por Eduardo Pérez Barrau. Foro B21
De todas las acciones llevadas a cabo por la “Plataforma por el Nuevo Centro de Salud” en 2021, la más destacada, sin duda alguna, fue conseguir el apoyo de la sociedad barbastrense a la campaña reivindicativa. Este propósito se logró con la firma de una gran mayoría de las asociaciones vecinales, deportivas y culturales de Barbastro del manifiesto por el que se exigía al gobierno aragonés una infraestructura sanitaria moderna y bien dotada para nuestra ciudad. La respuesta de la ciudadanía superó todas las expectativas.
No fue fácil alcanzar este éxito colectivo. La peor política siempre está dispuesta a desbaratar los anhelos de la sociedad. Tanto es así que la sorpresa más desagradable durante la reivindicación fue descubrir la hipocresía de algunos cargos políticos, el desinterés de las instituciones públicas y la falta de transparencia de todos los implicados en el proceso de toma de decisiones. Para el político profesional, la construcción del nuevo ambulatorio no era más que una baza partidista en las siguientes elecciones. La salud de los ciudadanos y las condiciones de trabajo de los sanitarios le traían sin cuidado.
Sin embargo, la desilusión con la “política oficial” durante la reivindicación no fue lo peor; lo más decepcionante fue descubrir la actitud oportunista y chaquetera de una parte, pequeña pero significativa, de la sociedad barbastrense. “Nosotros no vamos a firmar la petición para el nuevo ambulatorio porque recibimos subvenciones y no queremos problemas”, llegó a decir sin sonrojarse el responsable de una asociación local. Esta confesión dejaba traslucir dos aspectos censurables desde el punto de vista ético: que la cuantía de la subvención dependía de quién estaba en el poder, y que cualquier posición política que no estuviera alineada con ese poder tendría un impacto negativo en la subvención recibida.
Este dinero público, encapsulado en forma de subvención, y que en su origen era la aportación que realizaba una institución para financiar la función social de la asociación, había mutado, directa e indirectamente, en un instrumento para la compra de voluntades y el intercambio de favores.
El daño de una mala política de subvenciones no se limita a estas “recompensas dinerarias” sino que afecta profundamente a la salud democrática de la sociedad. Estas ayudas tienen el poder de silenciar las opiniones políticas y de activar un filtro mental en forma de (auto)censura. La concesión de una subvención directa por la administración –“a dedo”, como se conoce comúnmente- convierte a su perceptor en un rehén de ese dinero. La relación con el benefactor político se vuelve dependiente, contenida, acrítica. “No se muerde la mano que da de comer…a la asociación”
No es necesario recordar que la mayoría de las subvenciones se destinan a financiar iniciativas que benefician al conjunto de la sociedad. No es ahí donde radica el problema. La verdadera cuestión, como ya se ha mencionado, es determinar si estos fondos públicos generan en quienes los reciben un comportamiento dócil y servil frente al poder. En otras palabras, si la concesión de una subvención, una ayuda pública, o incluso un contrato con la administración, puede llevar, aunque sea de manera involuntaria, a quedar atrapado en la red clientelar que tiende la política.
Restablecer el buen uso del presupuesto público pasa por reformular, en forma y fondo, el mecanismo de concesión de ayudas y de subvenciones públicas. Hasta que esto no ocurra, la degradación de la vida política está asegurada.