UN CISNE NEGRO EN FORMA DE VIRUS
Por Eduardo Pérez Barrau
27 de Marzo de 2.020
Un evento que sucede por sorpresa, imprevisto por improbable, y con unas consecuencias desconocidas. Un cisne negro. Esta teoría económica describe como ciertos acontecimientos alteran de forma radical el transcurrir normal de los países y sus sociedades. Períodos disruptivos que acaban modificando el calendario de la historia en sentidos nunca observados. Un momento de este calibre estamos viviendo estos días.
Hoy ya podemos intuir que nada volverá a ser lo mismo. El confinamiento de gran parte de nuestra sociedad desde hace un par de semanas va marcar a fuego estas fechas en la conciencia y en el recuerdo de todos nosotros. Un impacto que será mayor cuanto más se dilate esta situación de excepcionalidad y menor cuánto antes demos por concluida esta crisis sanitaria y se inicie la reconstrucción económica del país. En cualquier caso el aterrizaje abrupto en esta desconcertante realidad acarreará unas consecuencias profundas y duraderas en todos los ámbitos.
La eficacia en la gestión de esta crisis va a constituir el termómetro de nuestra calidad democrática y de la cohesión de nuestra sociedad. Estos días dedicando todos nuestros recursos y capacidades a la protección de la vida. Más adelante, cuando se vislumbre la salida a esta situación, rescatando a nuestra economía y a sus damnificados, tanto a los trabajadores como a las empresas.
Será necesario evaluar si las improvisaciones y la falta de planificación para acometer esta crisis que que sufrimos son resultado de la falta de liderazgo y capacidad de gestión de las administraciones, o por el contrario, son consecuencia de la falta de información sobre esta amenaza y el agravamiento de esta emergencia en otros países. El desarrollo de la crisis, la opinión de los expertos y los futuros estudios esclarecerán las responsabilidades públicas y políticas de la gestión que se está llevando a cabo.
Estamos viviendo momentos excepcionales. La paralización de gran parte del país y de Europa nos coloca en una «terra incógnita» de imprevisibles consecuencias. Aún con todo hay motivos para la esperanza. Fuera del confinamiento de la la mayoría hay miles, decenas de miles, de ciudadanos que con su ejemplo y su altura moral están sosteniendo los servicios básicos del país. Todos ellos trabajando en sectores de riesgo como la seguridad, los supermercados, la sanidad, los cuidados a las personas, la logística, etc. También debemos sentirnos orgullosos de la ola de solidaridad que ha brotado en diferentes colectivos, empresas y particulares en defensa de los más desprotegidos. Su responsabilidad social es nuestra mejor herramienta para superar esta adversidad.
Como en toda crisis su efecto se va a trasladar en el tiempo. Habrá réplicas en la política, en las finanzas, en los organismos internacionales y, también, en los territorios. Ya las estamos viviendo. Por otro lado, en el reverso de todo profundo cambio, siempre acaban abriéndose ventanas de oportunidad. En este punto localidades como Barbastro o Monzón, en general el medio rural, deben aprovecharlas. Hablaremos de ello en mejores momentos. Ahora toca sanar a nuestros a nuestros enfermos, mantener las constantes vitales de nuestra sociedad y…quedarse en casa.