In Barbastro

EL DESENCANTO

Por Foro B21

Ojalá que el título de este artículo diera entrada a comentar la legendaria película de Jaime Chávarri y la relación de sus protagonistas con Barbastro. Lamentablemente no va a ser así.

Pocas palabras podrían expresar con más claridad el sentimiento actual de un gran número de barbastrenses. Dentro de escasos días concurriremos a unas nuevas elecciones municipales. Las anteriores manifestaron con rotundidad un deseo de cambio que, en lo esencial, no se ha visto satisfecho.

La oportunidad que suponía disponer con libertad  del abultado remanente de tesorería ha sido desaprovechada y los principales problemas o carencias de la ciudad no se han resuelto: el necesario suelo industrial no ha aumentado; la política de desarrollo no ha aportado novedades significativas y siguen sin llegar nuevas empresas; el nivel de ejecución de las partidas de inversión se sitúa en niveles inaceptables; no se han puesto en marcha proyectos novedosos y ni siquiera los ya planificados por el equipo de gobierno anterior se han finalizado. Y a todo esto se ha sumado un deterioro del funcionamiento de la maquinaria administrativa, que ha dado lugar a situaciones gravísimas, y que tal vez explica en gran medida todo lo anterior.

Resulta difícil rebatir este balance, ni siquiera por quienes podrían considerarse sus principales responsables, que, lejos de negarlo, han intentado justificarlo. Es cierto que la pandemia ha sido una circunstancia excepcional que ha trastocado cualquier plan, pero no lo suficiente para excusarlo todo. Del mismo modo, cuando se alcanza una situación como la que padece Barbastro ni viene de la noche a la mañana ni es el último en llegar el mayor responsable. 

Se habla de la necesidad de un proyecto de ciudad. Esta machacona invocación nos ha sonado siempre grandilocuente. Las ciudades son proyectos dinámicos y complejos en los que intervienen muchos actores e infinidad de circunstancias.  Más que un proyecto de ciudad —el PGOU y otras figuras que lo desarrollan conforman ya un sólido modelo— lo que debe haber son proyectos para la ciudad, ideas ambiciosas que devuelvan la ilusión a los barbastrenses y, sobre todo, que lleguen a materializarse. Pero si los presupuestos no se aprueban en su momento y las inversiones elegidas no están suficientemente planificadas, cuantificadas con realismo y listas para ser licitadas, todo será papel mojado. Para ello la organización municipal debe funcionar con eficacia, y, lamentablemente, no es así. Este será el principal problema al que se enfrentará la próxima corporación, mejor dicho, la ciudad. Un desafío que solo se resolverá cumpliendo una serie de condiciones: diagnóstico acertado, colaboración y lealtad de todos, determinación y liderazgo. Ninguna de ellas se ha dado, en la medida suficiente, durante el mandato que finaliza.

Queremos añadir que nuestras críticas, con aciertos o desaciertos, se dirigen siempre a las actuaciones o a la falta de ellas, pero nunca a las personas. Sabemos que no es lo mismo predicar que dar trigo, que son muchas las horas de trabajo de un alcalde o de un concejal y demasiados los obstáculos y sinsabores. 

Hemos dicho que hay motivos para el desencanto, pero no para la desesperanza porque, entre otras cosas, el futuro de cualquier ciudad no solo depende de quienes la gobiernan, sino también de sus ciudadanos.

 

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